Decía Manuel Vizcaya que seguramente no conozcan a ninguna mujer que llorando esté guapa, y que si quieren conocerla visiten a La Estrella de Triana. Yo esto me lo creo, pero siempre después y con el respeto de la Señora de Sevilla.
Cuando el Domingo de Ramos se asoma por las ventanas, vuelvo al río y cruzo el puente porque me llama Triana. Y vuelvo a renacer de ese letargo aquel que me ata de manos mi destino, aquel año de espera siempre es largo, a los hombros del tiempo yo me quito la cruz que me ha tocado en el camino. Pero el Domingo de Ramos mis penas ya son las mismas, penas que mi Cristo lleva, y los dos nos consolamos con Triana y con La Estrella.
Fotografía: Ernesto Naranjo
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