domingo, 24 de enero de 2016

GRANDE


Fiel, callada, silente, imperturbable, sin ni siquiera darnos cuenta, pero ella estaba allí, no podía faltar a su cita, a nuestra cita.
No hizo falta llamarla, todos, sobretodo yo, la esperábamos.
El tiempo tiene estas cosas, todo cobra sentido de repente, en el mismo instante en que cruzamos esa mirada, la mirada que es difícil de soportar en la cercanía, en presencia de Dios.
Nunca antes me había sido tan difícil un beso, nunca antes había echado en falta a quien Ella, eligió como uno de sus hijos predilectos para acercarnos mas a su vera y a la de su Padre.
Quizás el secreto resida ahí, en que siempre se echa en falta a quien te hizo sentir tan cerca, al que te enseña todos los vericuetos de este mundo, como el padre enseña a su hijo, como el maestro enseña a sus alumnos.
La mirada era insoportablemente dolorosa, solo a un metro de Ella y no hizo falta mas que una mirada para romper en pedazos el alma cofrade de quien lo lleva tan dentro, no hubo palabras, en Su cercanía todo se entiende.
Inquebrantable, subida como en un Carmelo, con tan solo un pañuelo como arma para su defensa, me rendí a sus pies, mire a la Madre, me sentía acompañado de quien son el futuro en esto de las cofradías, pero orgulloso de ser la pareja de una nazarena, fiel, elegante, con unos valores que heredo de un maestro en esto de las cofradías.
Y bajo la Bondadosa mirada de Dios no me cupo duda de que hoy, allí arriba, donde se juntan la gente buena, en un banco mediado el cielo, estaba sentado un padre orgulloso de su hija, y con una sonrisa en los labios, tragando saliva, porque llorar no es de hombres, aunque cada vez se derramen mas lagrimas, se acercó a su hija bajo el manto del Consuelo.
Gracias Carmen Abenza Gonzalez, porque solo con momentos como los de hoy le doy sentido a este mundo de pasos y nazarenos.