El día 3 de noviembre amanecía engalanada la Giralda con banderas vaticanas y tapices de la Purísima Concepción y de Sor Ángela. El altar de Juan Laureano de Pina se levantaba en la Feria. Todo estaba preparado para el gran día, el día que Sor Ángela subió a los altares.
A las nueve menos cuarto de la mañana llegaba a Sevilla Juan Pablo II acompañado por Monseñor Amigo Vallejo. Desde que pisó nuestra ciudad, Su Santidad pudo percibir multitud de muestras de júbilo y emoción de los sevillanos que esperaron toda la noche en los lugares por los que pasaría el Papa.
“Y vino un aire de andaluza Roma.
`Domine, fact ut videam´, Saulo dijo.
Y la calle era imán de regocijo,
un pulmón de bandera y de paloma.
Las cuatro de una tarde policroma
en un camino de Emaús prolijo.
Helicóptero, torre y crucifijo.
El pastor va de blanco por la loma.
Venía de estar con Juan y con Teresa,
purísimos caprichos de estudiante
que amó a Chopin por una polonesa.
Y sorprendido al no escuchar un grito,
no es de extrañar que el dulce caminante
con Sor Ángela hablara tan bajito”.
Un momento que quedará grabado en la memoria histórica de todos los sevillanos que vivieron el acontecimiento fue cuando el Papa acudió al Convento para postrarse ante la tumba de Sor Ángela. Aunque en un principio no estaba previsto, el Sumo Pontífice llegó a una calle Sor Ángela de la Cruz atestada de público. El vehículo que lo traía se detuvo en la puerta del Convento, donde fue recibido por toda la congregación y por el Arzobispo. Una vez dentro se vivieron unos minutos de intimidad desbordante, como puede captar la instantánea realizada por una de las Hermanas de la Cruz.
Fuente: José Javier Macías para Pasión en Sevilla
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