martes, 6 de octubre de 2020

¿VOLVERÁ?

 


Corre un tiempo en el que todo tiene una medida, a todo se le atribuye una numeración, un peso, un precio, sin embargo los valores cada vez están más en desuso.

No se le da aprecio a las cosas, más allá de su costo económico. El materialismo, el utilitarismo, hace que algunas cosas pierdan su sentido, que no, su valor.

Hasta al tiempo, esa magnitud demoníaca, creada por el hombre para devorar al hombre, más que el propio hombre, tiene un precio. Pero siempre habrá algo que no se puede medir, que no se puede comprar, porque qué valor le darías a una mirada cruzada, con amor ¿Cuánto vale eso? ¿Cuánto valen esas pupilas candorosas, llenas de felicidad, de quien ve a su hijo, su hermano, recibir a Dios en su primera comunión?

¿Qué medida pondríamos para acotar ese sentimiento de felicidad al rozar las manos tendidas de  una Madre y apretar tus labios en un besamanos  de tus imágenes devocionales?

¿En qué escala podrías tomar la temperatura, cuando un corazón se acelera, al oír tres golpes de martillo, y ver a Dios levantarse del suelo, y comenzar a caminar derrochando sacos de Bondad, como si fueran los Reyes Magos en la cabalgata de un 5 de enero?

Dime de qué manera apuntar las medidas de asombro como cuando tras la esquina en la que llevas apostado una tarde, ves, el tintineo de la llama asomarse, prendida dentro del guardabrisas, y el silencio se hace eterno para ver temblar la Cruz, en la que viene Expirando el Amor.

¿En qué caja fuerte guardarías, el recuerdo de una marcha sonando, cuando el Padre Nuestro, o la Salve, que has rezado a Su paso, irrumpe en tus tímpanos haciendo que parezca la banda sonora de una película que ya acaba?

No midas, no cuentes, no peses, ni compres sentimientos. Añóralos con avaricia, para tenerlos, vuelve a emocionarte con ellos porque sabes que no tienen precio, no tienen medida, y si, quizás un enorme peso en tu memoria, en tu vida, en tus recuerdos, en tus vivencias…

Prepárate, porque están ahí, a la vuelta de la esquina, tiene y ha de llegar la Salud. Volverá, para entrar por cada rendija de las casas, de los hospitales, de las residencias. La Salud volverá, y con Ella, tú volverás,  y ese día en el que todo acabe, la Salud extraordinariamente, debería llenar las calles, darle Luz a nuestras plazas y música a nuestras almas.

¿La esperas conmigo sin medida?

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