martes, 26 de octubre de 2010

EL ARTE DE SER CAPAZ

A todos los que allí, año a año, nos encontramos...

Por Alcázares, sí, todavía volvía por Alcázares, antes de perpetrarse el atentado urbanístico de la Encarnación que para colmo nunca termina, el imponente misterio de Jesús despreciado por Herodes se abre paso con el paso único de su cuadrilla al son de Silencio Blanco. ¡Qué completa elegancia su canasto, peana de Dolor y Traspaso! ¡Qué arte las voces de mando que fueron cantarinas en la atardecida y ahora se tornaron en roncas como arrancadas de un viejo disco de pizarra! ¡Qué realidad de poema de Cué, padre e hijo; qué sinfonía y qué derroche de amor para ser capaz! La vuelta de Alcázares a Sor Ángela y la forma de arrancar posteriormente es volver a aquel tiempo de los viejos maestros del martillo y las trabajaderas. El paso ya está parado, cesa la trompetería, y voces celestiales cantan. Los hombres, tan cansados como enteros en su entrega. Suena el martillo; el padre llama a cualquiera de sus fieles hombres de la maciza trasera: Guardia, Martín, Cachorro, Bonilla..., "sé que lo habéis dado todo, pero os voy a pedir un favor, no lo quiero ver subir, vamos a hacerlo por estas madres celestiales que se lo merecen todo". De nuevo suena el martillo y la mole dorada, imperceptiblemente, se levanta: el Señor del Silencio se hace más grande y parece abrazarnos. Al capataz, forjado en la dureza de los muelles de Astilleros, en la Puerta Osario entre duros costaleros, se le vidrian los ojos, que también es de hombres que salten los sentimientos a las puertas de un convento en el que todo es amor y desvelo, y en la noche del Domingo las mismas puertas del cielo. Esto no se puede sentir si no se ha sido tu costalero.

Termina el Domingo de Ramos. Y ese Cristo silencioso y prudente en suprema lección, seguirá siendo despreciado por Herodes, como pobre loco de túnica blanca.

D. Enrique Henares (Pregón de Semana Santa de Sevilla 2009)

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